jueves, 2 de febrero de 2017

Mi súper coño




Lo sé. Esa es una palabra fuerte, contundente, incómoda. Sobre todo leída, no tanto dicha, porque así, a viva voz, suena a inocente latiguillo. Pero verla ahí escrita, COÑO, tiene algo de perturbador. Será por esas cuatro letras potentes, por esa vocal abierta repetida por dos, por esa eñe que te chirría.

O será porque hemos abrazado definitivamente la mojigatería. 

No lo sé, me da igual. A mí hoy no me sale llamarlo toto, porque yo he venido aquí a hablar de mi coño.

Resulta que tengo un súper coño y yo no me había enterado. Es más, creía que estaba el pobre un poco de capa caía.

Os lo resumo:

Después de tener dos hijos, empecé a notar que aquello se había dado de sí más que una rebeca de Zara. No le daba mucha importancia, pero con los años la cosa ha ido a más y es un auténtico incordio. Ahí entra agua, por ejemplo, y sale al cabo del rato como si fuera un aspersor.

Otro ejemplo, después de tener relaciones sexuales, si me pongo a dar andar por mi casa, al cabo de un rato, la gravedad llama y el semen cae libre hasta las rodillas. 

Empiezo a sentirme un poco experta en eso de que me chorree líquido por las piernas.

Y diréis, no es para tanto. Pues sí, es un puto coñazo. No puedo estar cambiándome de bragas y de pantalones cada dos por tres porque no me cierran las bajocompuertas. Creedme, no exagero si os digo que, cada vez que mi coño me hace eso, me cabreo muchísimo. Pero mucho. De hecho, varias veces me he cagado en todo y he acabado echándole la culpa a mi marido.

Vale, lo sé, él no tiene la culpa, pero da igual, ese no es el tema (pobrecito mío).

Estaba realmente preocupada con mi coño, porque a mí me encanta mi coño de toda la vida y lo cuido bastante (sin llegar a los loki-niveles de Gwyneth Paltrow, a esa majara no hay que hacerle nunca caso, por favor os lo pido).

Estaba convencida de que era culpa de mi suelo pélvico, que se había distendido por los partos o por la edad, joder, que me estoy haciendo vieja y lo llevo fatal.



Estaba convencida de verdad, os lo juro. Hasta que la semana pasada fui a ginecólogo, en un día que empezó normal y acabó siendo maravilloso o maravillosísimo. Ahora veréis por qué.

Le comenté mi dramita, me hizo una eco vaginal y me dijo que no, que mi problema era otro y no tenía solución: por los partos, la entrada a mi vagina se ha verticalizado, pero el resto está en su sitio. Esa parte vertical hace que entre y salga agua, pero no llega más allá. Os comento este detalle clínico súper importante por si alguna de vosotras tiene el mismo problema, tomad nota. No tiene solución, pero tampoco es para tanto. Sólo resulta un engorro, pero eso se arregla poniéndote un tampax antes de tomar un baño o ir a la piscina o a la playa. 

Yo al principio me quedé un poco mec. Le mire con cara de no fiarme nada, de pensar "este es el típico mediquillo que le quita hierro a todo, aunque está viendo que tengo el coño más caído que el escroto de un mandril". Ññññññññ



Como el pobre ginecólogo vio que yo estaba sin vivir en mí, me metió los dedos y me pidió que se los apretara con mi vagina.

 Y lo hice genial:

-Joder, tienes una fuerza de cojones.

Flipé tanto, que se los volví a apretar sin que él lo pidiera. Fue un momento realmente loco, yo ahí, que no podía parar de apretar con mi vagina los dedos de mi ginecólogo.

Os voy a decir una cosa: me sentí una diosa nivel Isabel Preysler. Con lo deprimida que me tenía mi coño y resulta que es un súper coño. Yo creía que tenía un problemón y resulta que sólo tengo un problemilla.

Y no pasa nada. Un súper coño puede hacer de aspersor, pero seguirá siendo un súper coño.

Chicas, no olvidéis ir al ginecólogo una vez al año.
Vuestros coños lo agradecerán.

Un beso a todas.

Pd: Las fotos son los runrunes. El agua de rosas de Santa Maria Novella la uso desde verano y me encanta, cuando se termine lloraré. El vestido es de Realisation Par y me gusta un montón. Y las Michaell de Repetto, que siempre molan.