martes, 10 de noviembre de 2015

Tan virulento


A mí me sabe fatal, de verdad. Además, mi amigo Marcos me dice cada vez que puede que no tengo corazón, que ya me vale con dejar esto abandonado. Y yo le entiendo, os entiendo, pero no puedo con mi vida.

No soy precisamente el colmo de la inspiración y en el trabajo con cada línea que escribo pierdo 10 años de vida. Yo actualizaría más esto, porque os quiero leer en los comentarios, pero no tengo ni idea de qué poner. Todo lo que tengo en la nevera lo voy usando en otros sitios. Os lo acabo de decir, no soy el colmo de la inspiración.

Pero nenas, quiero un vestido rojo. Os lo he dicho muchas veces, pero no hay manera. Quiero un vestido rojo y ser una diosa de la estratosfera como Lea.

Lea, te amo aunque tengas esa cara de mala hostia perpetua.



La gente con cara de mala leche me desconcierta mucho. Unos días adoro a esas personas y otros las detesto. No es guay tener cara de culo every fucking day.

Durante estos últimos años he decidido ser muy estricta en mi política de rodearme sólo de gente que tienda a la felicidad. Encontrar personas positivas es tan complicado, que me da miedo. A medida que crecemos, nos vamos amargando hasta la angustia y eso es tóxico y virulento. Hay que tener cuidado, porque se pega mucho.

Pero luego tengo días en los que me encantan los viejos cascarrabias como Javier Marías. Todo está sucio, todo gris, todo mal, todo, todo mal.

Esos días también me gustan Lea y las demás francesísimas con cara limón.



Pero no, mi política es estricta. Quiero relajación y felicidad, estoy harta de pesimistas y de quejas. Estoy harta de mí quejándome. Joder, ya me estoy quejando de que me quejo, es que no puede ser. Vale ya.

Quiero molamiento y buenrollismo, punto.

Aunque no os lo creáis, hay gente que sonríe todos los días.

Un beso a todas.

Gracias por ser pesadas.

Lula P.