miércoles, 28 de enero de 2015

Se lleva el rojo




Aclaración previa: No os preocupéis que no voy a escribir la palabra marsala en este post. La próxima que vez que lea marsala en algún periódico, revista o sucedáneo me arrancaré los ojos. Lo juro.

Hoy os voy a contar un incidente que me ocurrió hace pocos días que os confirmará que mi grado de retraso mental ha llegado definitivamente a su cota máxima. 

Yo, retarded. 

Totally retarded.

Resulta que hace poco estuve en París una semana. Todo fue muy genial y sigo queriendo ser francesa o megafrancesa. Las parisinas son todas taaaaan perfectas, relajas, con esa piel y ese pelo y esa ropa y ese TODO. Es terrible porque Paris me fascina y a la vez me hace sentir, como dice una amiga,  "tan de municipio". Complejo de municipio, mi amiga debería acuñar ese concepto maravilloso y aterrador, tan preciso y revelador. Tan verdad. Nos pasa en París, Nueva York, Londres y Estocolmo. En Madrid no, aunque la amemos, no tiene ese poder sobre nosotras.

Total, que me metí en el APC de Montmatre para comprar los famosos raw jeans. Tardé un cuarto de hora en poder abrocharme los pantalones. Literal. Un puto cuarto de hora sudando como una cerda, con la cara roja y llena de chorretones por el hercúleo esfuerzo de apretujar mi culo y mis piernas en unos pantalones que EVIDENTEMENTE eran varias tallas menos de la que necesito. 



Creo que casi lloré cuando por un momento se me cruzó el pensamiento peregrino de que no conseguiría abrocharlos. 

Pero lo conseguí. Por mis cojones que lo conseguí. Metí ahí dentro todas mis carnes amorcilladas y salí del probador apenas pudiendo dar un paso tras otro con dignidad.

Estaba embutida en esos pantalones, que me hacían culocarpeta, cuando de repente ese ser encantador que tienen por dependiente dijo dos palabras mágicas en una misma frase: 

-Tienes que tener FÉ en tus JEANS. 

O sea, hola?!! Holalá!!!! FÉ en mis JEANS!!!!!

Para colmo, cuando ya estaba a un pelo de desmayarme después de llevar metida dentro de esos vaqueros del demonio más de media hora -tres cuartos si contamos el prólogo infernal del probador-, el menda lerenda va y me suelta que "lo de estos vaqueros es como una religión" y que acabarían siendo mis pantalones FAVORITOS EVER.


Esa fue la gota que colmó el vaso, la que despertó al monstruo esnob que llevo dentro. Así que pagué con PLACER  por unos vaqueros pequeñísimos y casi tan absurdos como yo. 

Evidentemente, el chico tenía razón.

A los dos días ya no tenía que esforzarme en abrocharlos. 

A la semana ya podía agacharme a recoger las llaves cuando se caían al suelo.

A las dos semanas me iban perfectos. Su tela aún estaba tiesa como la mojama (cuando los compras directamente se pueden mantener solos en pie) y creo que tardarán meses o años en desgastarse. Pero da igual, yo soy paciente y tengo fe.

A las tres semanas, después de llevarlos prácticamente a diario, me quedaban aún MÁS perfectos!! Cada vez que me los ponían me daban ganas de hacerles la ola yo sola.

Hasta qué hace unos días ocurrió justo lo que tenía que pasar para ponerme en mi sitio.

Y a partir de aquí prestad mucha atención porque os voy a contar mi terrible incidente y eso probablemente cambiará vuestro concepto de este blog y de mí, si es que tenéis alguno. En cualquier caso, hasta yo he cambiado el concepto de mí misma a raíz de este desgraciado acontecimiento. 

Hace un par de días salía yo tan tranquila del trabajo con mis vaqueros de APC puestos, que de ponérmelos a diario ya me quedaban perfectos. 

Estaba tan feliz que hasta le había contado a mi marido -que pasa pueblos de estos temas- que son unos vaqueros un poco especiales, que el de la tienda me dijo que no los puedo lavar por nada del mundo y que si lo hago, que sea dentro de al menos cuatro meses y en seco, en la tintorería. También que si soy una tía molona lo que tengo que hacer es bañarme con ellos puestos en el mar y luego revolcarme por la arena de la playa, lo más normal. 

Otro punto súper importante que me dijo es que si los lavaba encogerían y volverían al inicio. OJO a ese aterrador detalle, que supondría tener que volver a pasar por el suplicio de enmorcillarme!

Mi marido me dijo que eso era una chorrada como la catedral de Burgos de grande y que lo de no lavar los pantalones es de guarros y guarrísimos. Entonces, yo le miré muy seria y le dije:

-Cari, no entiendes nada.

Así de contenta iba yo con mis vaqueros por la calle cuando de repente noto como la jodida catarata de Niágara cae por mi entrepierna. Qué coño Niágara, la puta Garganta del Diablo! 

Me había venido la REGLA. Y de qué manera, señoritas!!!!! 


No me lo podía creer. Me quedé completamente paralizada en medio de la calle y mi primer pensamiento fue:

-Dios mío, mis-va-que-ros! Que no los puedo lavar!

Acto seguido, en estado de shock como estaba, pensé que quizá había sido sólo una sensación exagerada mía, que a lo mejor me había caído un chorreoncito de sangre, nada grave, y que mis jeans aún estarían a salvo.

Me fui corriendo hasta el baño -despacio, para que la cosa no cayera a peor- y vi que aquello era una carnicería más grande que la que monta en 'Perdida' +++++OJO! pequeño espoiler en la siguiente frase, si no has visto 'Perdida' pasa directa al párrafo siguiente++++ Rosemund Pike cuando se carga a cuchillazos en la cama al Médico Precoz.

++++++ FIN del pequeño espoiler+++++++++++

Una burrada de sangre, nenas. Fatal, fatal. 

Me di mucha prisa en llegar a casa, porque todas sabemos que las manchas siempre se van mejor cuando aún no se han secado, sobre todo las de la sangre de menstruación. 

Las que habéis pensado que no metí los vaqueros en la lavadora y que lavé a mano sólo la -ENORME- mancha de sangre, habéis acertado. Con el jabón de aceite que hace mi abuela, frotando y moviéndome como las locas en pleno brote psicótico. 

Y ahí están mis putos raw jeans, secándose tendidos. Yo, que sufro de toda la vida de un serio sobreabuso de secadora, los tendí. 



Así que este lamentable incidente me ha recordado dos cosas:

-Ya os lo he dicho, soy retrasada mental.

-Mi amiga S. y yo somos dos tías con suerte. Ella hace un par de meses se cagó encima en plena calle. Se cagó por la pata abajo y su frase resume muy bien lo afortunadísimas que somos:

-Nena, me chorreaba hasta las UGG, menos mal que llevaba un vestido largo.

Un beso a todas.

Lula P.